La historia del rey pato

miércoles, 28 de enero de 2015

Los senderos de nuestra vida.

El joven se acercó a su abuelo, con los ojos inundados y la cabeza baja. En susurros y sin dejar de mirar al suelo, de su boca solo salieron dos palabras que resonaron en su propio corazón como una mole de dos mil toneladas aplastando el techo de la caja de acero que se había fabricado el mismo en su mente. "Estoy perdido". Y solo hicieron falta esas dos simples palabras compuestas por apenas una docena de letras para que el abuelo de aquel chaval, quien vivió innumerables historias y salvó mil veces mil vidas -pues fue médico de guerra y luego voluntario en médicos sin fronteras- para comprender lo que le pasaba a su querido nieto.


-Pero hijo, ¿alguna vez hemos dejado de ir a la deriva? -dijo mientras miraba al cielo sin dejar de sonreír- Nacemos de forma fortuita, vivimos la vida sin saber que hacer, siendo condicionados por el azar hasta que la muerte nos llega de forma fortuita de nuevo. Pero entre todo ese caos. Hay personas, como lo son tus padres y como antes de ellos, lo fuimos tu abuela y yo, que conseguimos no encontrar un camino, si no labrar el nuestro. Quiero decir -dijo mientras se volteaba hacia su nieto- que a diferencia de lo que te digan en el colegio, o la mayoría de los mayores, no tienes por que ser abogado, director de una empresa u otro médico. Todas las personas son buenas en algo especial. Que hayas encontrado o no en qué sobresales tu, es otra cosa. Y se bien que cuando lo encuentres serás el mejor de todos en ello. No obstante, primero tendrás que demostrártelo a ti mismo. Encontrar que es lo que quieres hacer y sacar a la luz todo tu potencial. Y recuérdalo bien hijo, la diferencia estará en el orgullo.

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