La historia del rey pato

martes, 21 de febrero de 2017

Frustración.

Aquí estoy de nuevo. Sentado frente al monitor viendo la hoja de word vacía...
Y mientras tanto, en el interior de esta inútil cabeza, solo hay un torrente de imagenes y sonidos sin sentido, sin patrón, sin forma. Sin color.

Hoy soy la hoja de word vacía. El reflejo de mis recuerdos que bailan entre mi pensamiento, como el borracho que baila solo en la calle un domingo a las 6 de la madrugada. Y es que a veces queremos decir un millón de cosas, y por la misma efusiva necesidad de expresarlas, estas forman un tapón en nuestras mentes, haciendonos parecer unos completos idiotas en algunas ocasiones, o simplemente se convierten en la causa de que hayamos perdido inútilmente el tiempo de toda una preciosa mañana.

Maldita sea, si llevo más de media escribiendo estas estúpidas líneas y sigo sintiendo que no he dicho nada.

...En fin...

La frustración es uno de los grandes enemigos del ser humano. Te impide avanzar, extrapolar tus pensamientos al mundo real, o al mismo papel. Te impide crear, descubrir, o simplemente mostrarte tal como eres en realidad. Lo veo en los ojos de a quienes quiero. Lo veo en los de aquel desconocido con quien crucé miradas en un ascensor, y en los ojos de los profesores que me enseñan. Pero sobretodo, lo veo la mayor parte del tiempo en los míos propios.

Y creo que es hora de dejar de torturarse. Todos y cada uno de nosotros, deberíamos tratar este demonio interior, siendo un poco menos duros, con nosotros mismos. No deberiamos acelerarnos para llegar los primeros al final del camino, si no ir paso por paso y disfrutar y aprender, todo lo que podamos del mismo. Porque sí, la vida es muy puta y todo lo que quieras. Pero en ella siguen existiendo cosas bellas, que no disfrutarás si sigues luchando contra tu propia mente.

Así que te encomiendo a ti, que me estás leyendo ahora mismo, que hoy o cualquier otro día, cuando salgas a la calle rumbo a donde sea que vayas, te desvíes un momento del camino, vayas a la playa por ejemplo, te quites los cascos y, simplemente, escuches el mar durante unos minutos.
Buenos días, y mucha suerte.