La historia del rey pato

viernes, 29 de marzo de 2013

Ante las fauces del lobo (Viejas leyendas.) (12)

Horas después de lo ocurrido con el Bahamut y ya recuperados todos, el grupo buscó cobijo temporal. Estaban en una zona muy montañosa y lejos de sus hogares. Encontraron un refugio temporal en una pequeña cueva que sellaron mágicamente como en la que tenían las armas donde la cabaña. Allí guardaron las provisiones y prepararon las camas, pero no podían quedarse mucho tiempo. Así que decidieron hacer un análisis de la situación para luego partir el día siguiente por la mañana.

-Kendil ha sido arrasada. y nuestra cabaña supongo que también así que debemos buscar cobijo o ayuda antes de caer muertos en este páramo.

-¡Tenemos que volver a Kendil! mi familia está allí y la de  Kate, y la de Jhon. No podemos olvidarnos de ellos. ¡Hay que volver! -Dijo Fred

-No Fred, no podemos. No sabemos si ese bicho sigue por ahí cerca buscándonos y además no nos serviría de nada llegar para verlo todo calcinado. Hay que encontrar la forma de matar a esa cosa, de vengarse. Y muertos no hacemos nada. -Le paró Jhon muy fríamente.

-¡Como puedes decir eso! ¿Acaso te da igual que hayan destruido nuestras casas? ¿Nuestras vidas? ... Desde que te puedes transformar y toda esa mierda ya no eres el mismo... -Saltó Fred con rabia.

-¿Que no soy el mismo? ¿Cómo quieres que sea el mismo? ¡Claro que no lo soy! Antes era impulsivo, hacia locuras. Ahora tengo esa cosa dentro de mi que si me descontrolo podría matarte incluso. El hecho de que no te haya matado aún es porque dejé de ser el mismo. Así que deja de recordármelo. -Le cortó Jhon. -Deberíamos ir más allá de esas colinas. Aquella cosa que nos salvó dijo que preguntásemos por Nar en el pueblo que hay al otro lado.

-Jhon tiene razón Fred. No podemos volver. Lo mejor será ir allí y pedirle consejo a ese tal Nar. Si queréis venganza tendréis que prepararos duramente. Además, ese dragón... Si no recuerdo mal es como el que nos contaban cuando éramos pequeños. ¿Tu te acuerdas? yo hace mucho que dejé de escucharlas. -Le preguntó Kësler a Nhix.

-Tampoco eres tan viejo hermanito. Cuando eramos pequeños nos contaban esa historia para que no alborotemos demasiado y nos durmamos pronto. No paraban de repetírmela porque era muy revoltosa. La historia decía que había dos dragones eternamente enfrentados Rorazan. Brionac, el guardián helado y Bahamut, el tirano. Los Albhed sufrían duramente esa guerra pues la lucha de los dos dragones arrasaba los campos y calcinaba ciudades enteras. Ninguno de los dos vencía y la batalla duro años y años. La raza Albhed corría peligro de que se extinguiera y el mundo era un completo caos. Pero de repente, un tercer dragón emergió de la tierra y derrotó a Brionac y Bahamut. Los cuerpos de los dos dragones fueron sellados para evitar que vuelvan a despertar. Uno en alguna parte de Frostgard y otro en lo más alto del pico del trueno. Tras poner fin a todo. Los antiguos Albhed pidieron al dragón que les ayudase en la reconstrucción del planeta. Y entonces, un meteorito cayó en el mar muy cerca de la costa. De aquel meteorito salieron un hombre y una mujer. No eran Albhed pero se parecían mucho. Eran los primeros humanos. Repoblaron la tierra y durante años convivimos juntos. Pero poco a poco fuisteis ganándonos terreno y alejándoos de nosotros. Algunos de vosotros os dedicabais a cazarnos con vuestra avanzada tecnología, y otros simplemente nos evitabais. Y bueno, esa es la leyenda. De como se supone que aparecisteis y de la batalla entre Brionac y Bahamut.

-Entonces, ¿ese tercer dragón ha revivido y nos quiere matar? ¿Por qué? -Preguntó Kate

-No no, ese era Bahamut. Seguramente Zatox encontró el modo de invocarle y controlarle con los poderes de la nigromancia. -Le respondió Nhix

-Y como se llama ese tercer dragón, ¿no podemos invocarle nosotros? -Volvió a preguntar la chica

-Se llama Antaras. Pero es imposible invocarle la historia dice que solo emerge cuando la tierra le necesita. -Aclaró Kësler, que jugaba entretenido con su amuleto.

-Entonces tenemos que encontrar el modo de invocar al otro, al de hielo. Y seguro que ese tal Nar sabe cómo. -Intervino Jhon

-No estoy seguro, pero es lo mejor que podemos hacer. Así puede que consigamos las respuestas. Además se supone que ese tal Nar conoce a aquello que nos salvó de Bahamut. Ahora a dormir. Al amanecer cruzaremos los montes, yo haré la primera guardia. -Terminó Kësler.

martes, 26 de marzo de 2013

Ante las fauces del lobo (Los elegidos.) (11)

El día empezaba aparentemente normal en Kendil. Bueno, dentro de lo que podía entenderse como normal cuando toda una población de Albhed en las inmediaciones estaba preparándose para luchar contra el ejército de Zatox. Kate Jhon y Fred desayunaban en silencio. Estaban involucrados en una guerra que no era la suya, junto a una raza extraña y poderosa la cual desconocían todo sobre ella, y ahora veían lejos sus hogares. Lo que ellos aún no sabían  es que esos hogares y todo lo relacionado con su pasado desaparecería en cuestión de horas pues el Bahamut estaba de camino a Kendil en busca de la vieja espada de Zatox y la muerte de Kësler y su grupo.

Tras el desayuno, Kate Fred y Jhon volvieron a su ya rutinario entrenamiento con las nuevas armas. Pero había algo raro. Los pájaros que siempre revoloteaban por el claro del bosque donde Nhix y Kate practicaban con el arco hoy no estaban. Tampoco se oían a los grillos chirriar como todas las mañanas. Ni siquiera se percibía signo alguno de vida animal en las inmediaciones. Solo las ramas crujir a causa del viento y el débil sonido del agua bajando por el arroyo. 

De pronto, aquel leve sonido armónico que acompañaba la misteriosa calma, se detuvo por unas milésimas de segundo creando un silencio total y absoluto que se rompió con un gran estruendo procedente de Kendil. De un salto, Nhix trepó a los árboles para saber que estaba pasando y entonces vieron aquella columna de humo sobre la pequeña ciudad acompañada de una sombra alada en el cielo.

-¡¡¡DRAGÓN!!! -gritó Nhix. -¡Todos a la cabaña, coged provisiones y vuestras armas, hay que salir de aquí!

-Nhix, ¿qué pasa? ¿qué era eso? -Preguntó Fred aterrorizado.

-¡No hay tiempo, hay que salir de aquí antes de que nos encuentre! - le contestó la Albhed agitada. -¡Corre o estaremos todos muertos!

-Me pararía a explicároslo yo mismo. Pero muertos no servimos de nada. Así que vamos a la cabaña y marchémonos lo antes posible. -Dijo Kësler a los chicos.

Kate y Jhon no entendían bien lo que pasaba pero no les quedaba otra que confiar en los Albhed ya que no podían volver a casa. Tras recoger algunas provisiones, las vestimentas guardadas en la pequeña gruta de Kësler, el viejo mapa y las legendarias espadas, el grupo decidió ir al sur de Kendil, en busca de más fieles a la resistencia Albhed  que les sirvan ayuda y cobijo. Pero al poco tiempo de partir, una terrible ráfaga de viento les tumbó y milésimas después, la enorme figura del Bahamut se presentaba ante los ojos de Jhon y los demás. El gran dragón tenía los ojos clavados en Kësler. El Albhed le sostenía la mirada al este mientras se incorporaba lentamente ya transformado en esa especie de gran lobo negro. Por dentro, Kësler sabía que no había nada que hacer; se encontraba ante la muerte misma, pero no podía quedarse sentado sin hacer nada. Al mismo tiempo que el dragón, ya cargaba su siguiente ataque, un enorme resplandor blanco cegó monstruo alado desviando la trayectoria de la llamarada. Luego, una silueta misteriosa rodeó al grupo aún cegado por el resplandor y lo teletransportó a unas colinas del oeste, lejos de los ojos del Bahamut.
Todo había ocurrido demasiado rápido y el grupo entero cayó inconsciente. Menos Jhon.

-¿Quién eres? ¿Qué...qué ha pasado? -Preguntó Jhon aún ciego

-No importa quien sea. Os acabo de salvar del Bahamut eso es todo. -Dijo aquel misterioso personaje

-Pero.. ¿Dónde estamos? -Volvió a preguntar Jhon.

-En Aish-jadar. Al otro lado de esos montes hay una pequeña aldea fácilmente visible. Id a ella y preguntad por Nar. Es el sabio. Él os espera, tendréis cobijo pero no os acomodéis demasiado porque cuando estéis preparados partiréis hacia el norte, a Frostgard.

- ¿Cómo puedo fiarme de ti si ni siquiera se tu nombre?

-Os salvé la vida. Nar os dará respuesta a todas vuestras preguntas, sois los elegidos, que menos. Ahora, salva Rorazan...

La silueta desapareció acompañada de otro destello de luz y Kësler y los demás se despertaron de la conmoción. Aquel ser... ¿Por qué les salvó? ¿Lo que dijo, será verdad? ¿Los elegidos? Sea lo que sea, están en deuda con aquello que les salvó así que habrá que dirigirse al otro lado de los montes de Aish-jadar y buscar respuestas a todo aquello.




miércoles, 13 de marzo de 2013

Historias de idiotas.

- ¿Qué te pasa?

- "¿Qué me pasó?", sería mejor. Pasó que dejé de ser un loco soñador, para convertirme en un pobre imbécil. hasta el cuello de mierda y por puro gusto, que es lo peor. Pasé de ser aquel chaval tranquilo que siempre veía el lado bueno de las cosas, a un canalla que se entretiene burlándose de la vida y respondiendo con cínicas palabras. Pasé de ser una ingenua sonrisa a una mueca amarga. Simplemente dejé de ser yo. Por el maldito motivo que fuese.

- No digas eso, sigues siendo el mismo aunque no lo creas. ¿Acaso, nunca más volverás a luchar por algo?

- Seguiré diciendo lo de siempre. "Nunca digas nunca" y todas esas tonterías..  supongo que jamás dejaré que el pequeño soñador desaparezca por completo. Aunque me temo que solo estoy retrasando lo inevitable..

- Pero... no entiendo. ¿Qué te hizo esto? 

- Eso es agua pasada. Agua que prefiero no remover jamás, la verdad. Aunque a veces me es imposible evitar to aquello; mi cabeza vuelve atrás en el tiempo para recordar. Como un idiota o más bien como un zombi que vaga confundido por el mundo. Quizá en busca de la felicidad; para revivir bellos tiempos pasados; o simplemente porque soy sencillamente un maldito idiota.

[...]

- ¿Sabes qué? Tienes razón. Pero en una cosa en particular.

- ¿En qué?

- En que eres idiota. Bastante, además. Pero lo mejor es que creo a ese idiota. Y se que no has cambiado, porque te conozco y muy a tu pesar, te sigo queriendo.

domingo, 10 de marzo de 2013

Ante las fauces del lobo (Acaba con ellos.) (10)

- Amo, ¡Las posibilidades de que salgamos con vida de aquí son casi nulas! ¿Por qué quiere usted despertar al Gran Destructor? ¡Nos matará a todos!

- Te equivocas. Probablemente os mate a vosotros. Pero a mi no. Lo tengo todo previsto. Esos pobres Albhed no se lo esperarán. Terminaremos con ellos antes del siguiente amanecer tras invocar al Bahamut.

- Pero señor, ¿Por qué tanta obsesión en matar a dos Albhed y tres humanos tan lejos del campo de batalla? Vayámonos de aquí, se lo suplico

- ¡Cierra el pico! Tienen algo que es mio. Y pienso recuperarlo. Con ello, la victoria estará asegurada, y no tendremos rival alguno.

- No entiendo porque necesitamos al Gran Destructor para acabar con ellos mi señor. Son muy pocos y débiles, con una patrulla de quimeras valdría

- ¡No me digas que tengo que hacer y que no! ¡Y cierra la maldita la boca! Conozco a esos Albhed, son hijos de Xylon. No hay que bajar la guardia con ellos. Además nos vendrá bien la ayuda de uno de los 3 grandes dragones; solo hay que darle lo que quiere. Ahora haz como te enseñé y ordena a los capturados que preparen todo a la perfección junto a esa roca. Cuando aparezca no te muevas hasta que yo te lo diga.

- Sí mi amo.

Scragy hizo todo como Zatox le ordenó y segundos después de que este soplase el cuerno, un rayo cayó sobre la zona del ritual friendo a los prisioneros que había capturado para el sacrificio. Luego, una figura, acompañada de un fortísimo viento se apareció sobre las cabezas de Scragy y Zatox. El súbdito de Zatox, aterrorizado; desobedeció al nigromante e intentó correr montaña abajo pero el Bahamut tardó menos de un segundo en descargar una llamarada sobre Scragy reduciendo a este a cenizas. Zatox, mientras, miraba fijamente al Bahamut inmóvil mientras susurraba algo en una extraña lengua. De repente, el dragón descendió y se acercó hasta situarse escasos centímetros del Albhed nigromante. Esté, envuelto en un aura negra, dio un potente grito al tiempo que de sus ojos salía un destello azul oscuro que se conectaba con los ojos de la temida bestia.. Luego, tres palabras hicieron falta para que el gran dragón desapareciese en el cielo de nuevo, rumbo a Kendil. "Acaba con ellos."