Bueno, sobraba.
Todo esto, era apenas el principio; porque en cualquier momento ella se encontraría de nuevo sedienta de amor, y podría no volver a encontrarse con su amante. Entonces, con una pícara mirada y un tierno pero explosivo beso ambos se deshicieron de aquellas prisiones de tela que impedían sentirse el uno al otro. Luego, cuando los dos cuerpos volvieron a unirse, algo como el vuelo de un ave libre los rodeó, reconfortándolos, conmoviéndolos. Y de pronto como un ciclón, las hormonas erupcionaban, la intensa fogosidad explotaba en sus corazones, los sentimientos del alma se notaban a flor de piel. Se veía en sus pupilas, se sentía la ternura, cariño e ímpetu de afecto. Temblaba el mundo, el suelo se agrietaba, y todo se resumía en un verdadero sentimiento, en millones de sensaciones, en un calor casi cruel que los llevó hasta el limite de sus alientos.
[...]
Luego, mar y tierra dejaron de agitarse; y los cuerpos de los dos jóvenes terminaron de dar rienda suelta a su pasión contenida. Pero sus corazones, cada uno guardó parte de la llama del otro. Esperando volver a amarse una vez más.
¿Testigos? Uno. La celosa Luna.
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