Viajar, no como el empresario que va de un edificio de oficinas a otro cruzando mil fronteras sin apenas saber en que país está. Y tampoco como aquellos estúpidos turistas (que me sacan de quicio, por cierto) que les gusta alardear ante sus vecinos diciendo haber visitado una infinidad de países. Por Dios, si probablemente te habrás tirado la mitad del tiempo en el hotel y la otra mitad entre guías turísticas cuya única intención es desplumarte como a un pollo... No vas a visitar un país. Vas a meterte en un micro-ecosistema artificial diseñado especialemtne para tontos como tú.
Yo hablo de coger una mochila, e irme.
Empezar a caminar, dejando todo atrás. Mirando hacia el horizonte, con la bonita duda de qué será lo que me deparará el camino esta vez. Un dia dormir al raso, otro en una acogedora posada para gente como yo. Conocer personas, y compartir hisotrias de todo tipo, pero sobre todo, forjar mi propia historia. Y es que el rumbo que tome, es lo de menos. La cuestión es desaparecer, y poder sentir ese... atisbo de libertad cuando emprendes un viaje a lo desconocido. Esa sensación de que de repente, toda preocupación anterior, sencillamente deja de importar, y empiezas a sentirte realmente vivo por primera vez.

“Dichoso es el que olvida el porqué del viaje y, en la estrella, en la flor, en el celaje, deja su alma prendida.”
-Manuel Machado.