La historia del rey pato

martes, 21 de enero de 2014

Verdadera libertad.

Hoy quiero contaros uno de mis grandes sueños. Uno que muy probablemente por falta de voluntad o lo que fuera, no lograria cumplir nunca. Pero sobre todo, conforme a mi forma de ser, es quizá mi sueño favorito. Viajar.

Viajar, no como el empresario que va de un edificio de oficinas a otro cruzando mil fronteras sin apenas saber en que país está. Y tampoco como aquellos estúpidos turistas (que me sacan de quicio, por cierto) que les gusta alardear ante sus vecinos diciendo haber visitado una infinidad de países. Por Dios, si probablemente te habrás tirado la mitad del tiempo en el hotel y la otra mitad entre guías turísticas cuya única intención es desplumarte como a un pollo... No vas a visitar un país. Vas a meterte en un micro-ecosistema artificial diseñado especialemtne para tontos como tú.

Yo hablo de coger una mochila, e irme.
Empezar a caminar, dejando todo atrás. Mirando hacia el horizonte, con la bonita duda de qué será lo que me deparará el camino esta vez. Un dia dormir al raso, otro en una acogedora posada para gente como yo. Conocer personas, y compartir  hisotrias de todo tipo, pero sobre todo, forjar mi propia historia. Y es que el rumbo que tome, es lo de menos. La cuestión es desaparecer, y poder sentir ese... atisbo de libertad cuando emprendes un viaje a lo desconocido. Esa sensación de que de repente, toda preocupación anterior, sencillamente deja de importar, y empiezas a sentirte realmente vivo por primera vez.




Dichoso es el que olvida el porqué del viaje y, en la estrella, en la flor, en el celaje, deja su alma prendida.”
-Manuel Machado. 

lunes, 13 de enero de 2014

Relato de una muerte.

Ya había agotado todas mis oportunidades, y las cosas solo podían ir peor aún, si cabe...
Primero me quitaron mi trabajo. Luego a mi hija. Y poco después el coche, la luz y el agua. A por este mohoso apartamento vendrían mañana, así que solo me quedaban unas cuantas botellas de alcohol barato vacías, colillas consumidas hace ya días, y el viejo y oxidado seis tiros de mi padre. Joder, si es más una pieza de exposición que un arma.

En fin, ahora el tiempo parece que pasa más lento, será porque se que todo va acabar pronto. Y por si no fuera lo bastante triste la situación, ni siquiera estoy nervioso. Ya pasé días intentando convencerme a mí mismo de manera inútil que no merecía la pena acabar con todo de esta manera. Y del mismo modo me di cuenta de que verdaderamente lo inútil es pensar que hay algún tipo de esperanza.

Le doy un último sorbo a mi última cerveza, que para qué me voy a engañar, sabe a meado. Tiro la botella vacía contra la pared y ésta no se rompe, bueno, tampoco es que me importe.
Me acomodo en el raído sillón, saco una bala del calibre 44 y me quedo largo rato mirándola... Finalmente, la introduzco en el tambor del revólver y apoyo el final del cañon de este contra mi sien. Cierro los ojos, tiro del percutor y acto seguido del gatillo...

La bala llega a mi cerebro antes que el sonido que ésta produce, por lo que me despido del mundo de una forma silenciosa, aunque únicamente para mí. Pero que más da, ¿Desde cuándo me ha importado a mí el resto del mundo?

De todos modos, que importa. Ya no tengo ni dudas, ni miedos, ni preocupaciones, ni esperanza alguna. Porque ya no tengo vida, porque al fin, puedo descansar en paz.