La historia del rey pato

sábado, 22 de diciembre de 2012

Ante las fauces del lobo. (Noche sangrienta) (6)

-¡Despierta! ... niño, despierta. Hay que seguir con el entrenamiento ¿Me oyes? ¡Voy a entrar! -Kësler abre la puerta de la habitación de Jhon. -Mierda. ¡Nhix! El chico se nos ha escapado. Prepárate, vamos a buscarle.

A unos pocos kilómetros, por el bosque, más allá de la pequeña cabaña en la que llevaba viviendo unas semanas, Jhon se encontraba corriendo sin rumbo fijo con la esperanza de llegar a la civilización y poder volver a ver a Kate y a su familia. Ya llevaba demasiado tiempo fuera y necesitaba volver a verles.
Durante la instancia con los Albhed, Jhon fue aprendiendo a controlar en cierta medida su forma bestial. Ahora ya sabía transformarse a su voluntad pero no a volver a su forma humana Y aunque se sentía a gusto con los Albhed, necesitaba volver con su gente. Lo que el no tuvo en cuenta, es que esa noche era de luna llena.

Kësler y Nhix, que estaban al tanto de la calamidad que sería si Jhon se transforma delante de una multitud de humanos, siguieron el rastro de este transformados en un gran lobo negro y otro más pequeño de color pardo casi rojizo moviéndose por su hábitat natural con una agilidad y eficacia increíble.

Mientras tanto, en la pequeña ciudad de Kendil, Kate y Fred, intimo amigo de la infancia de Jhon junto a Kate, seguían preocupados por el paradero de Jhon y ahora se estaban preparando para salir al bosque a buscar respuestas. Kate estaba segura que desde esa noche en el bosque, Jhon dejó de ser el mismo por algún motivo fuera de lo normal y solo podía descubrirse yendo al lugar donde sucedió todo.

Basándose en lo que le había relatado su amigo en su momento, Kate y Fred salieron de Kendil y se dirigieron al bosque. El mismo bosque donde se encontraba la cabaña de cazadores y Jhon, Kësler y Nhix. Estaba claro que algo no iba a salir bien ese día.

Armados únicamente con un cuchillo de cocina afilado y el arco de competición de Kate con su pequeño carcaj. Kate y Fred caminaron horas y horas rastreando cada rincón del bosque minuciosamente. A varios kilómetros de ellos, separados por una pared natural de roca se encontraba Jhon. Hambriento, congelado y tratando de evitar su transformación. Pues el hambre hacía despertar un fuerte instinto cazador. Kësler y Nhix se habían separado para encontrar a Jhon; y ahora Nhix acechaba a un grupo de cazadores GRIM que estaban patrullando cerca de la cabaña. En los ojos de la hermosa Albhed ardía el ansia de venganza y esta noche era perfecta para cazar a un grupo GRIM desprevenido...

Se hacía de noche y la tensión en todos los que se encontraban en el bosque se hacía más y más intensa. Kësler vio un cuerpo tendido en una roca y bañado de sangre temió que fuera Jhon pero si le hubieran atrapado hubiera sido en su forma de lobo y se lo habrían llevado. Al acercarse, pudo comprobar que no era el chico. Pues visto más de cerca el cuerpo, Kësler pudo distinguir las dos hachas cruzadas y el cráneo de buey que formaban la insignia de los GRIM. rápidamente dedujo que se trataba de Nhix y marchó en su busca atravesando las montañas antes de que su hermana pequeña cometa otro asesinato llevada por la necesidad de venganza. Pero a los pocos metros encontró a Jhon. Encogido, sucio, manchado de sangre por toda la cara y con los ojos perdidos en el suelo mientras repetía continuamente "no, no, no..." Resulta que quien había descuartizado a aquel hombre había sido Jhon llevado por el hambre y no Nhix. Kësler cogió a Jhon y lo llevo rápidamente en lomos de vuelta a la cabaña Albhed. Luego, volvió en busca de su hermana. Pero ya era demasiado tarde. Cuando la encontró, ya había acabado con 3 guardias de un zarpazo en la garganta y ahora estaba ante Kate y Fred a punto de hacer lo mismo con ellos.

-NO! -gritó Kësler a Nhix mientras arremetía contra su hermana para detenerla antes de que esta acabase con Kate

-Lo han visto todo, nos pondrán en peligro. He de hacerlo. -respondió a su hermano muy seriamente. -Sabes perfectamente que no debemos dejar testigos de nuestras transformaciones.

-Los he visto antes. Conocen a Jhon. Por ellos el chico se escapó esta mañana. Déjales vivir. -dijo Kësler tratando de convencer a su hermana.

-En ese caso, se vienen con nosotros. -Y golpeó a estos dejándoles inconscientes en el suelo. -Te has vuelto demasiado blando.

-O tu demasiado humana. Recuerda que los humanos son impulsivos y egoistas. Por ello su historia está manchada de sangre. No te vuelvas como ellos hermanita.

Kësler y Nhix cargaron con los dos chavales y los llevaron a la cabaña con Jhon. Definitivamente, fue una noche sangrienta... Una noche que nadie volvió a mencionar ni quiso volver recordar.


domingo, 16 de diciembre de 2012

Decepción.

Estaba allí sentado, con la mirada perdida en la barra del bar, sujetando mi vaso de whisky con cola; cuando de repente el tiempo se detuvo y entonces, dentro de mi cabeza afloraron todas esas voces y todos esos duros momentos que viví. Escenas aisladas unidas formando un intento de película dramática para enseñarme la clase de mierda que soy.

Miles de veces la he cagado, miles de veces he mentido, he engañado y he defraudado a quienes confiaron en mi. Pero nunca me di cuenta. O por lo menos hasta ahora.

Toda la puta vida intentando complacer con el más pequeño granito de arena a quienes quiero, ayudando, sacrificándome, poniendo la felicidad de otros por encima de la mía  Pensando que mi única utilidad y fin en la vida es arrancarles sonrisas a los demás. Olvidando mis intereses propios e incluso mis metas. ¿Y que conseguí con eso?

Autodestruirme, claro está. Fui francamente ingenuo al confiar en las personas y en el ser humano en general. Fui francamente tonto al pensar que de verdad si ayudo luego seré ayudado. Y fui realmente imbécil al querer cambiar al propio ser humano egoísta y estúpido. En fin, todo se paga, supongo.

En mi cabeza, pasaban duros recuerdos. Consejos que acaban en riñas y riñas que acaban en auténticos enfados. Enfados del mismo que me enseñó esas miles de veces que he sido un increíble imbécil, él. Quién ahora perdió la esperanza en su pupilo, quién ahora perdió por completo la sonrisa y se dejó llevar por la amargura de los años y de la decepción.

Él, el hombre más negativo del puto mundo, me enseñó la realidad. Que el mundo no es de color de rosa, que las buenas intenciones llevan siempre detrás el interés propio, que quien te puede aplastar te aplastará, y que si no luchas por tu vida y olvidas la de los demás, alguien te la arrebatará sin piedad. Aquel hombre movió cielo y tierra para enseñarme, para educarme para prepararme. Y yo no quise abrir los ojos.

Hoy, al recordar todo aquello, me arrepiento enormemente por no haberle hecho caso. Hice lo que pude por quererle, intenté hacerle saber que le agradezco todos y cada uno de sus consejos y que siempre estaré apoyándole.

Mirando el fondo del vaso de whisky, veo a aquel extraño pero treméndamente sabio hombre que ahora su mirada solo refleja la más triste decepción.



Me siento asquerosamente culpable.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Ante las fauces del lobo. (Comienza el entrenamiento) (5)

Apenas el primer rayo de luz del alba se asomó por el hueco en la ventana de la celda diseñada para el chico una voz se oyó al otro lado de la puerta. No era Kësler, si no su hermana pequeña, Nhix. Llamó a la puerta para indicar que iba a entrar y seguidamente desarmó el sistema de cerraduras. La puerta se abrió lentamente y una esbelta y perfecta figura se dejó ver entre las sombras. La hermosa chica, de no más de 20 años, dio unos pasos más hacia adelante y le sirvió el desayuno a Jhon, que se encontraba al otro lado de la celda sentado contra la pared mientras miraba atolondrado la escena.

Fuera del yugo de las sombras, el rostro de Nhix se dejo ver más nítidamente para Jhon. En el, unos increíbles ojos color esmeralda, rodeados por múltiples y extraños puntitos negros dando evidencia de la sobrenaturalidad de la raza Albhed; unos sensuales labios perfectos, para ser usados con el fin de persuadir a cualquier humano; una melena flamígera que parecía tener vida propia. Pues esta describía seductores  movimientos aleatorios aun sin soplar la más mínima ráfaga de viento. Y para colmarlo,  hermosas estrellas caídas en forma de pecas que buscando la imperfección de su rostro solo lo hacía más bello. Todo ello, hacía del rostro de Nhix algo increíblemente maravilloso.

-Parece que ya estás mejor, un buen desayuno te sentará genial. -dijo Nhix sonriente.

-Gracias, la verdad es que ya no me duele tanto la espalda. La caída fue brutal, no se como sigo vivo. -respondió Jhon .

-Alguna ventaja tendrá que tener todo esto ¿No? -dijo mientras le servía la leche caliente.

-Supongo, no se. ¿Quién ha preparado estas tortitas? Están de vicio. -Intentando cambiar de tema Jhon.

-Aquí nos repartimos como podemos el trabajo. Kësler sale de caza cuando puede, vigila la casa y cocina. Yo trabajaba hasta hace poco en el hospital como enfermera, camuflada entre los demás humanos me ganaba mi sueldo para comprar provisiones y de paso aprendía de vosotros. Hasta que tuve que atender a un mercenario capullo que no se como me descubrió y tuve que huir. Fue cuando te hice ese bonito tatuaje. -señalando la herida de Jhon en el pecho

-Siento lo de tu trabajo. Espero que acabes encontrando otro pronto. -intentando animarla mientras se acababa las tortitas

-Yo siento haberte metido en esto, ojalá pudieras seguir viviendo una vida normal con tu gente y no estar aquí con dos locos. -dijo Nhix con cierto tono de culpabilidad.

-Ojalá... -se hace un silencio. Y luego, la voz grave de Kësler se oye a lo lejos.

-No perdamos el tiempo y ven aquí chaval.

-Bueno, sal al patio por esa puerta a la derecha. Te espera mi hermano para comenzar tu entrenamiento. -dijo mientras recogía la bandeja y ayudaba a Jhon a incorporarse.

Jhon se fue corriendo al patio según las indicaciones de Nhix y allí estaba Kësler sin su gabardina. Únicamente ataviado con un pantalón viejo igual que el que le habían proporcionado a Jhon. Al llegar, comenzó el primer día de entrenamiento que duraría ocho largas horas de transformaciones, golpes, caídas y riñas de Kësler ante la torpeza de Jhon. Aún así, el chico demostró mucho valor y ganas de superación. Con lo que a pesar de aquella torpeza del primer día, logró aprender a sacar invocar su bestia; pero no a volver a su forma humana por voluntad propia.

Todo sea por volver a ver pronto a su familia.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Un estilo de vida.

14 hombres en el campo, 2 equipos, pero solo un gol separa la victoria de la derrota.

La tensión en el estadio era tan intensa que casi podías cortarla con un cuchillo. Un clamor procedente de la grada resonaba desde lo más profundo de nuestros cuerpos en forma de gritos de ánimo tanto para unos como para otros. En cada hombre se podía observar un impasible y concentrado rostro. Pero cada cara seria albergaba en lo más profundo de su mirada un nerviosismo infinito. La manada de búfalos enfurecidos contra la que nos enfrentábamos aquel día se acercaba rápidamente; no se veía forma de frenar aquella carga en busca de un gol más. Pero, increíblemente aquel gigante que logró atravesar nuestra debilitada muralla se encontró cara a cara con la última barrera, la última esperanza, el último hombre.

Aquel chaval, no era especialmente bueno, nunca dio su vida por y para ese deporte, y mucho menos se vería en un futuro como jugador: Aún así, ese día, el día en que se convirtió en héroe, el día por el que fue y seguirá siendo recordado como quien nos concedió una gran victoria; ese día, supo que el balonmano, es algo más que un simple deporte. Es un estilo de vida. Porque son esos pocos segundos de tensión los que te despiertan y te hacen ver mas allá de lo que creías conocer. Y son esos mismos momentos los que te enseñan que aquello en lo que crees no servir, no tiene porqué dejar de ser una forma de vida para ti. Nunca sabes cuando algo tan puntual te puede convertir en leyenda. 

Cuando aquella bala de cañón se precipitaba contra él, el mundo entero contuvo la respiración. El silencio se apoderó de toda el recinto y ni la más mínima inhalación de aire se atrevía a romper esa clama absoluta. Solo hicieron falta esas pocas centésimas de segundo para enseñar a aquel chaval y a todos los presentes que a veces, hay que sacrificarse y dar la cara no solo por quienes quieres. Si no por aquellos que confían en ti; o en cualquier cosa que por lo que sea simplemente consideras que se lo merece.

Ese día un portero que no solía jugar partidos, un chaval inseguro de si mismo y que no sentía el balonmano en su interior por el motivo que fuere increíblemente logró interponerse entre la portería y el misil de aquella bestia. Y fue solo una vez tenía el balón en sus manos cuando comprendió la fuerza que tenía este en nuestros corazones.

10 segundos faltaban para el final, ahora un nuevo espíritu poseía a nuestro tímido portero. Ese mismo espíritu con ansia victoriosa fue quien exhalo un único y atronador grito de guerra que contagió a todo el equipo y revivió la llama de la esperanza en cada todos y cada uno. Ahora aquellos toros, estupefactos tras lo que acabaron de presenciar, no tuvieron tregua alguna esos últimos segundos antes del pitido final. Nuestro equipo, convertido ahora en una sola entidad, con una agilidad y precisión casi impensable logró marcar el tanto final. Luego. 3 largos pitidos dieron por sentenciada la batalla. Fin del partido, hemos vencido chicos.



No hace falta ser bueno en algo para sentirlo dentro. Pero si hace falta sentirlo para ser bueno en ello.