La historia del rey pato

jueves, 6 de diciembre de 2012

Un estilo de vida.

14 hombres en el campo, 2 equipos, pero solo un gol separa la victoria de la derrota.

La tensión en el estadio era tan intensa que casi podías cortarla con un cuchillo. Un clamor procedente de la grada resonaba desde lo más profundo de nuestros cuerpos en forma de gritos de ánimo tanto para unos como para otros. En cada hombre se podía observar un impasible y concentrado rostro. Pero cada cara seria albergaba en lo más profundo de su mirada un nerviosismo infinito. La manada de búfalos enfurecidos contra la que nos enfrentábamos aquel día se acercaba rápidamente; no se veía forma de frenar aquella carga en busca de un gol más. Pero, increíblemente aquel gigante que logró atravesar nuestra debilitada muralla se encontró cara a cara con la última barrera, la última esperanza, el último hombre.

Aquel chaval, no era especialmente bueno, nunca dio su vida por y para ese deporte, y mucho menos se vería en un futuro como jugador: Aún así, ese día, el día en que se convirtió en héroe, el día por el que fue y seguirá siendo recordado como quien nos concedió una gran victoria; ese día, supo que el balonmano, es algo más que un simple deporte. Es un estilo de vida. Porque son esos pocos segundos de tensión los que te despiertan y te hacen ver mas allá de lo que creías conocer. Y son esos mismos momentos los que te enseñan que aquello en lo que crees no servir, no tiene porqué dejar de ser una forma de vida para ti. Nunca sabes cuando algo tan puntual te puede convertir en leyenda. 

Cuando aquella bala de cañón se precipitaba contra él, el mundo entero contuvo la respiración. El silencio se apoderó de toda el recinto y ni la más mínima inhalación de aire se atrevía a romper esa clama absoluta. Solo hicieron falta esas pocas centésimas de segundo para enseñar a aquel chaval y a todos los presentes que a veces, hay que sacrificarse y dar la cara no solo por quienes quieres. Si no por aquellos que confían en ti; o en cualquier cosa que por lo que sea simplemente consideras que se lo merece.

Ese día un portero que no solía jugar partidos, un chaval inseguro de si mismo y que no sentía el balonmano en su interior por el motivo que fuere increíblemente logró interponerse entre la portería y el misil de aquella bestia. Y fue solo una vez tenía el balón en sus manos cuando comprendió la fuerza que tenía este en nuestros corazones.

10 segundos faltaban para el final, ahora un nuevo espíritu poseía a nuestro tímido portero. Ese mismo espíritu con ansia victoriosa fue quien exhalo un único y atronador grito de guerra que contagió a todo el equipo y revivió la llama de la esperanza en cada todos y cada uno. Ahora aquellos toros, estupefactos tras lo que acabaron de presenciar, no tuvieron tregua alguna esos últimos segundos antes del pitido final. Nuestro equipo, convertido ahora en una sola entidad, con una agilidad y precisión casi impensable logró marcar el tanto final. Luego. 3 largos pitidos dieron por sentenciada la batalla. Fin del partido, hemos vencido chicos.



No hace falta ser bueno en algo para sentirlo dentro. Pero si hace falta sentirlo para ser bueno en ello.

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