Desperté de aquel largo sueño.
Un cálido manto envolvía mi cuerpo que se encontraba terriblemente encogido, paralizado, indefenso. Los músculos no me respondían y no podía ver más que una profunda oscuridad; impidiéndome distinguir sombra alguna. Grité. Pero ni yo mismo me oía. Mi entumecida mente no sabía como reaccionar a aquella ausencia de todo. Había desaparecido cualquier atisbo de realidad o por lo menos de lo que antes creía así. Solo una calma hueca, un silencio profundo y resonante rodeaba aquella nada.
Y de repente...
Sentí como ese manto en el cual me cobijaba se iba desvaneciendo y mientras una luz asomaba tímidamente desafiando aquella oscuridad. Sentí como aquello que durante años me acompañó en vida desaparecía en el cajón de mi memoria, sentí como los recuerdos se hacían más y más borrosos. Aquella luz ahora cegadora quemaba mis delicados ojos y algo me asió con firmeza y una profesional delicadeza. Un ambiente de ruidos perpetuos y una ajetreo estresante empezó a hacerse más fuerte conforme iba saliendo de mi cálida morada. Entonces, confuso; intenté escapar de aquellas garras para tratar de volver a mi viejo mundo. Lejos de gente extraña, del ruido, lejos del cinismo de aquellos seres, de su falsedad. Lejos de esta locura que más tarde pasará a llamarse realidad. Pero rápidamente lo comprendí todo y sin poder evitarlo, rompí a llorar. Impotente frente a la cruel ironía que estaba presenciando.
Una y otra vez, va dando vueltas esta absurda ruleta llamada "vida" en la cual estamos encadenados para toda la eternidad...
Afortunadamente, la realidad no es así...
O por lo menos eso espero.
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