La historia del rey pato

sábado, 17 de noviembre de 2012

Ante las fauces del lobo. (Un bebé Albhed.) (4)

Jhon se había despertado en lo que parecía ser una celda. Estaba atado de pies y manos y no podía ver nada a causa del entumecimiento. Solo pasado un tiempo logró ver un fuerte rayo de luz procedente de una lampara situada a su frente. Los ojos le ardían al mirar hacia aquel foco y lo único que podía hacer era limitarse a cerrarlos. Seguía transformado en aquella cosa que la noche pasada casi mata a dos civiles. Dentro de él, todavía esa extraña ira incontrolable ardía en su interior y no era capaz de volver a ser el de siempre.

Un hombre de mediana edad con gabardina y sombrero apareció de la nada frente a Jhon, como un fantasma o una ilusión. Instintivamente, Jhon le rugió y amenazo con morderle la cara. Este, de un único manotazo, derribó al animal que poseía al chico, que confuso, no pudo evitar volver a arremeter contra su secuestrador. Pero este, impasible, le propinó otro manotazo en lo que antes era la boca de Jhon y ahora se asemejaba más bien a un hocico. Amedrentado Jhon se retiró de él como un chucho asustado y se cobijó junto a la pared donde estaba atado. De pronto, las cadenas dejaban de apretarle y poco a poco volvía a recuperar su forma humana.

-Mira tu por donde, resulta que el lobo feroz no era más que un niño. Que decepción. -comentó el hombre burlonamente mientras sacaba de la gabardina una petaca de licor.

-Tengo 17 años, creo que lo de niño sobra. ¿Quién eres? y ¿Por qué me has secuestrado? -Le espetó Jhon.

-¿Un trago? Te ayudará a recomponerte. La caída fue dura hasta para mi. -tras beber de la petaca.

-Seguro que es un somnífero o algo por el estilo. ¡Te he hecho una pregunta, responde! -contestó Jhon nervioso.

-Veo que tienes carácter, eso ayudará bastante. Por desgracia no eres muy observador, acabo de beber. ¿Crees que si fuera un somnífero bebería? Me parece que nos espera un largo entrenamiento. -sentándose en una silla.

-¡Déjate de estupideces y contéstame! ¿Por qué me tienes aquí encerrado? -cada vez mas impaciente

-Vas a tener que aprender a ser paciente si quieres controlar tu lobo. Pero por ser hoy te perdonaré. Mi nombre es Kësler, soy un Albhed. Quien te tiró ayer de noche desde el edificio fui yo en mi forma de lobo. Quien te arañó aquella noche en el bosque fue mi hermana pequeña, Nhix. La perseguían los GRIM y asustada te atacó sin querer pero al darse cuenta de que eras inofensivo se detuvo a tiempo y no te rebanó el cuello de un mordisco. Eres un tipo con suerte, además creo que le gustaste. Además, eso te convirtió en uno de nosotros; lo que es una gran fortuna. Solo necesitas instrucción, hora eres como un bebé Albhed que necesita que le enseñen a controlar sus transformaciones. Eres peligroso para ti mismo y para los demás humanos. Por eso te he encadenado. ¿Quieres un trago o no? Te ayudará. -con tono tranquilizante.

-¿Qué quieres decir con que eres un Albhed? ¿Qué es eso?. -Ya más relajado y con la petaca de Kësler en la mano

-Somos una raza muy antigua casi extinta que vivíamos en paz y tranquilidad antes de que vosotros, los humanos empezarais a colonizar la tierra y nos expulsarais de nuestros territorios. Siempre hemos sido muy pacíficos y por culpa de eso no pusimos resistencia alguna a vuestra invasión y acabamos viviendo como animales en los bosques. Por la cuenta que nos traía hemos aprendido a relacionarnos con vosotros como si fuéramos humanos; pero eso lo único que ha conseguido es corrompernos con vuestra cultura destructiva. Algunos de los nuestros, son ahora agresivos y se dejan ver transformados. Algo que nos pone en grave peligro. Mi familia y yo evitamos todo lo posible el contacto con humanos y conservamos nuestras viejas costumbres para no mal influenciarnos.

Una larga pausa.

-Me cuesta creerlo. pero al fin y al cabo, estuve a punto de matar a dos personas según tú. Y ya os he visto transformados. Así que tendré que aceptarlo... -dijo Jhon con la mirada perdida en la petaca.

-Es gracioso, pensé que te ibas a revolucionar y no me ibas a creer. Veo que te lo tomaste bastante bien. -dijo Kësler dejando escapar una leve sonrisa.

-Supongo que no queda otra. ¿Cuándo podré volver a mi casa? -Preguntó mientras miraba un extraño sello con la cara de un lobo grabado en la petaca que aún sostenía.

-Ese sello que miras es el de mi familia. Los Albhed nos transformamos por familias en un animal. La nuestra es en lobo. Pero hay otras que se transforman en oso, cuervo... Por desgracia la mía ha sido perseguida durante muchos años. Hasta tenéis una leyenda sobre nosotros. Nos llamáis hombres lobo. Todo eso fue por culpa de un tío mío. Fue un delincuente que se dejó ver muchas veces. Mi padre tuvo que enfrentarse a el en una dura pelea. Ninguno de los dos regresó. Se cree que ambos murieron en la gran cordillera de trueno, donde lucharon. Así que tu no tienes nada que temer pues ya no está con nosotros. Claro que no se que fue de él. Desapareció hace muchos años. Respecto a ti, siento decirte que no podrás volver hasta que hayas completado tu entrenamiento.

-¿Que entrenamiento? - Preguntó Jhon

-Tienes que aprender a controlar ese lado feroz. No puedes volver hasta entonces. Empezaremos mañana al alba. Así que será mejor que duermas. -respondió Kësler mientras se quitaba la gabardina y colgaba el sombrero.

Kësler salió de la habitación y apagó la luz. Jhon, se tumbó en un colchón viejo en el suelo e intentó dormir. Pero de nuevo una lluvia de pensamientos se lo impidió. El hecho de que ahora sea una amenaza para sus amigos y su familia atormentaba al pobre joven. Y la única forma de volver con ellos era recibir aquel extraño entrenamiento del que hablaba Kësler. Los Albhed, los GRIM, su transformación, Kate...
Una lagrima resbaló por la mejilla de Jhon. Y finalmente, su durmió.

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