La historia del rey pato

viernes, 13 de septiembre de 2013

Aprovechemos nuestro tiempo.

Hoy aquí donde me veis, tengo 18 años. Estoy en la universidad y soy un amasijo de sueños por cumplir. Hoy aquí donde me veis, me siento joven a pesar de que quizá, haya pasado por demasiados momentos que bueno, sencillamente preferirá no haber vivido. Pero sobre todo, hoy aquí donde me veis, vengo a contaros algo que podréis tomar en serio, o ignorar. Pero no por ello dejará de ser de suma importancia.

A todos mis lectores, que por lo general, o eso creo, están en esa bonita etapa entre los 16 y 25 años, en la flor de la vida. Esa etapa donde somos egoístas (aunque lo neguemos), donde nuestras preocupaciones están sólidamente arraigadas y solemos apuntar quizá demasiado alto (yo el que más) y no obstante, no nos importa. Tenemos mucha ambición y vemos muy lejanos los compromisos de la edad madura. Y que decir de la vejez, algo ya más allá del horizonte... Son estos años donde nos solemos sentir eternamente poderosos y optimistas. Donde solo hacen falta unos auriculares para hacer del mundo en el que vivimos nuestro mundo. Da igual que nuestros bolsillos estén vacíos, pues nuestra  cabeza está llena de cosas que queremos decir y nuestro corazón repleto de historias que contar y de deseos que hacer realidad...

Quizá estáis algunos ya pensando "yo no soy así" "te equivocas, realmente estoy hecho/a una mierda" o "ojalá fuera así como dices y no un inseguro/a de mierda"... Bien, a quienes piensen eso último, a ellos, es a quienes me quiero dirigir. Pues los otros se que no necesitarán palabras algunas, pues tienen su bendita arrogancia. Que ojo, no quiero decir que sea mala, es más, puede que un poco de arrogancia, con determinación y un único motivo por el que luchar, alguien, por imposible que le pueda parecer, puede lograr cualquier cosa.

Pero como iba diciendo, aquellos que estando en esa preciosa edad, no se sienten los amos de su destino, deben saber que por muy lejanos que parezcan los setenta años, no hay que esperar a que lleguen tiempos mejores. No hay que esperar a que las cosas se solucionen con el tiempo y mucho menos hay que dejar de hacer algo porque te parece una estupidez o "ya tendrás tiempo para hacerlo en otro momento"... Es ahora o nunca, amigo. Así de simple. Yo tuve mi etapa depresiva, como todos o casi todos. Aquella etapa en la que parece que el mundo te envía un teniente hijo de puta que hará lo imposible para que no veas ni el más mínimo rayo de esperanza en tus proyectos. Coge tu optimismo y lo vuelve contra ti. Pegándote una paliza tras otra hasta que te haya quedado claro que ese teniente cabrón, enemigo de la estupidez, el orgullo, la ambición, la música alta y todas esas cosas que nos conciernen a los dieciocho, es quien manda.

¿Pero por ello hay que rendirse? Por favor, no me seas llorica. Tú fuiste quien creó a ese capullo. Tú y solo tú, puedes librarte de él. Así que, ¿a que esperas? Eres joven, eres fuerte. Y tienes aún muchos sueños que cumplir. Quizá demasiados, pero al menos logra que la gran mayoría no sean sueños si no increíbles historias que puedas contarles a tus nietos. Historias reales de como conseguiste lograr aquello que tan imposible te parecía, de las estupideces que cometiste y de lo bien y orgulloso que te sientes ahora de haberlas cometido. Querido lector, seguramente seas un jovencito o jovencita al que le empezó a crecer la barba o bajar la regla hace tres años. Así que, qué, ¿te vas a poner los pantalones de una vez? si no comienzas a ser lo bastante mayor como para que se te suban los humos, ¿cuándo los serás? Deja de quejarte de lo negra que es tu vida y alégrate de los grandes momentos que te quedan por vivir. Pisa el acelerador a pesar de todo lo que la gente te pueda decir, esa es mi idea. Saborea todos aquellos momentos de felicidad inolvidables y aprovechemos nuestra vida ahora, no mañana ni pasado.

Ya habrá tiempo en el asilo para lamentarnos.



"Un día despertarás y 
ya no habrá más tiempo 
para hacer las cosas 
que siempre has querido hacer. 
Hazlas ahora."

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