La historia del rey pato

lunes, 5 de junio de 2017

Y colorín colorado...

Aquella vez había sido diferente. Algo había cambiado. 
Un fuerte sentimiento despertó en mi interior, y me hizo comprender que no todo estaba perdido, que aún quedaba esperanza. Que todo lo que había sufrido hasta entonces había sido por algo. Porque el destino me deparaba el mayor regalo que podría haber recibido jamás.
Él.

Y así fue como la pequeña niñita de la capucha roja descubrió que se había enamorado de su lobo.



-Häelyn

lunes, 29 de mayo de 2017

El Rey Pato - Preguntas. (3/6)

Me desperté increíblemente aturdido. Hacía frío, recuerdo. La humedad del ambiente se colaba por mis huesos y sentía hambre...

Esto es muy extraño, ¿no se suponía que estaba soñando? ¿por qué no había despertado aún? Me incorporé como pude con intención de inspeccionar el lugar. Todo estaba muy oscuro. No había más fuente de luz que la que se colaba por las rendijas de una pequeña ventana en la parte más alta de una de las paredes de la celda. La puerta, era de barrotes como los de la verja del exterior, pero más comidos por los efectos de la humedad, el óxido y la falta de cuidados. 

De pronto, se encendió la luz titilante de una vela por el pasillo. El tambaleo de esta, dibujaba divertidas sombras que por un segundo me sacaron una pequeña sonrisa. —Vale sí, estoy atrapado en una celda con frío y hambre. Pero en realidad todo es un sueño lúcido, entenderéis mi falta de preocupación.— El portador de la luz apareció. Tenía unos enormes ojos amarillos, un semblante increíblemente serio a la vez que impasible. Como el de quien ha vivido infinidad de cosas. Medía algo más de medio metro, y tenía un hermoso plumaje de motas negras y marrones combinado con un elegante pecho blanco. Era hasta ahora el ser más grande que había visto en este pequeño y onírico mundo. Era un precioso e imponente búho real.

— Buenos días, visitante de lejanos mundos. Permítame acompañarle, pues el Rey solicita una audiencia con usted ahora mismo.— dijo muy educadamente el búho mientras abría la puerta de mi celda con el ala.

— ¿Con «Rey» te refieres a ese condenado pato malhumorado? ¿El ha ordenado esto?

— Tenga cuidado cuando se refiera a su majestad. Puede parecer pequeño y gruñón, pero es el ser más sabio y bondadoso que jamás haya conocido esta tierra. Tendrá motivos de peso para hacer lo que hace.— dijo mi carcelero con impasible semblante.

Sin decir nada más, sencillamente accedí y empecé a caminar junto al búho por los pasillos de aquel oscuro lugar. Por lo que me iba contando mi buen acompañante, se trataba de un antiguo castillo creado para que las aves del reino combatieran contra los invasores del pasado. Resulta que en este curioso mundo de mi subconsciente se habían librado grandes guerras entre facciones de animales. Las aves contra los reptiles, los reptiles contra los roedores, y ahora, por lo que el búho me contaba, parece ser que había tensión entre los roedores y las aves. Toda una batalla campal de múltiples frentes.

El "castillo", por su parte, era muy interesante. Tenía gruesos muros de piedra, y enormes ventanas con rejas por las que cabía perfectamente una persona de tamaño medio. Pero lo más interesante, es que no había puertas al exterior. Mientras me preguntaba quiénes y cómo habían hecho este edificio, el búho abrió con su pijo una trampilla en el techo, me mandó subir por ella, y ahí, en lo alto de esa mole de roca, se encontraba un el ave más grande que jamás halla visto.
Aquel ser era increíblemente grande. Medía dos metros y tendría unos cinco o seis de envergadura. A pesar de su plumaje azabache, la cabeza lucía al descubierto y en lo alto de esta, se alzaba una cresta grisácea.—¿No surgían los sueños a través de nuestros recuerdos y sensaciones del mundo real? ¿He imaginado desde cero a este enorme bicho?—. Aquel ser alado se giró. Y a pesar de que los rasgos de su cara presentaban una avanzada edad, con asombrosa elegancia extendió sus descomunales alas para luego hacer el gesto de lo que parecía una reverencia.

Yo estaba estupefacto ante tal escena. Mis ojos, sencillamente, no terminaban de creer lo que estaban viendo. De pronto, los ojos del enorme pájaro se clavaron en mi.

— Muy buenos días, visitante de lejanos mundos.— dijo sin mover en ningún momento el pico.— Y buenos días a usted también, señor Bubo.— mientras cambiaba a una mirada más cómplice.

— ¡Por las plumas de mi abuelo, qué humillación! —el aparentemente impasible semblante del señor Bubo se transformó en una mueca que mezclaba sorpresa y vergüenza.— John, disculpe mi falta de modales, por favor. Mi nombre es Bubo, soy el Mayordomo Mayor del Rey Pato. Él es mi gran amigo Vultur. Su estirpe es descendiente directa de nuestros más venerados ancestros, los Gryphus.

Mientras, con el ala, Bubo hacía un ademán para que me acercara a aquel enorme pájaro. Yo le seguí sin darme cuenta pero no dejaba de mirar a Vultur. Su sola presencia, hacía que me recorriera un extraño e indescriptible sentimiento a lo largo de toda la espina dorsal. No obstante, no había miedo.

— Vultur antaño fue un fiero guerrero. Ahora está a cargo del transporte de aquellos sin la capacidad de volar. Fue quien te trajo hasta aquí cuando esas descerebradas palomas soldado te dejaron inconsciente en los límites del reino. La cresta de su cabeza es su método para comunicarse. Telepatía, ya sabes. Lleva sirviendo a este reino más que cualquier otro ave aquí.— continuó diciendo Bubo.

— Es cierto, soy viejo. Pero eso no me impide cumplir con mi trabajo. Prometí servir al reino hasta que mis plumas se marchiten. Y aún falta mucho para ello. Ahora, John, sube a mi lomo. Tengo entendido que su majestad tiene muchas preguntas que hacerle, y no conviene hacerle esperar. —me dijo mientras se agachaba para permitirme montar en él.

— ¿Cómo... cómo sabéis mi nombre? — conseguí articular después del reciente bombardeo de información.— ¿Y por qué parecéis tan amables, si me habéis encerrado en una celda? No tiene sentido, ¡nada de aquí lo tiene!. Maldita sea, se suponía que era un sueño. Y jamás soñaría nada igual. ¡Parecéis reales, pero sois pájaros parlantes, no podéis ser reales! ¿Qué está sucediendo?

— Entiendo... Le aseguro que después de hablar con nuestro rey lo verá todo con mucha más claridad. Ahora, por favor, súbase a mi lomo. Pronto hallará respuestas a todas sus preguntas.



~Continuará.

martes, 2 de mayo de 2017

El Rey Pato - ¡Un espía! (2/6)

No entendía muy bien lo que estaba pasando. Supuse que el sueño con el pato había sido producto del contacto de mi piel con las plumas mientras dormía. Era lo lógico, al fin y al cabo. No obstante, todo se me hacía muy extraño. Era demasiado real y eso me inquietaba. Además, ¿cómo había terminado durmiendo lleno de plumas aquella noche?

Fueron pasando las horas del día siguiente, y la imagen de aquel curioso pato de mis sueños no se me iba de la cabeza. ¡Y no tenía sentido! Cielos, no es más que un sueño tonto... me decía una vez tras otra. Pero irónicamente, cuanto más me lo repetía, más se acrecentaba la loca idea de que lo sucedido aquella noche había sido completamente real.

Hasta que cayó de nuevo la noche. Esa vez me aseguré concienzudamente de que no había objetos extraños bajo las sábanas. Estaba fresco y lúcido. Según mis cálculos, era imposible que soñara con nada, pero solo para asegurarme por completo, me tumbé en la cama y me dispuse a leer La isla del tesoro con la intención de no pensar en nada parecido a patos que hablan o reinos de praderas rojas.

...

Pero ¡iluso de mí!
Nada más caer dormido, como si de un cambio de escena de película de serie B se tratara... ¡ahí estaba yo! En el mismo césped rojo, con la única diferencia de que ahora me encontraba al otro lado del enrejado contra el que había sido enviado por aquel pato. ¿Y como sabía eso? podría preguntarse alguno de vosotros. Por el condenado rastro de plumas que había dejado el pato tras el aleteo que me hizo saltar por los aires, cómo no.

Esto sobrepasaba los límites de mi imaginación, estaba claro. Pero decidí aprovechar el aparentemente sueño lúcido en el que me encontraba para explorar los rincones de mi mente. Así con ello, busqué la forma de entrar en aquellos misteriosos terrenos. ¿Sería por una puerta? bueno, el rey es un pato, así que vuela. ¿Necesitarán puertas entonces? ¿Hay más seres inteligentes?

Un movimiento entre los arbustos que se localizaban junto a las verjas del terreno del rey pato interrumpió mis pensamientos y me hizo dar un pequeño saltito hacia atrás. No obstante, estaba soñando. No tenía nada por lo que temer. Así que, despacio y con mucho cuidado, empecé a acercarme hacia el foco del ruido. Cuando mi cabeza se encontraba ya a pocos centímetros de los arbustos, pude escuchar lo que deduje que eran una especie de murmullos completamente ininteligibles. Acerqué entonces un poco más el oído hasta el punto en que las ramitas y hojas acariciaron el lóbulo de mi oreja. Y de pronto, como un rayo, saltó de entre las hojas un precioso conejo blanco con un vestido de estampado azul y flores amarillas. El adorable roedor me miró con cierta confusión. Formuló unas palabras a modo de pregunta que no comprendí. Tras unos segundos de silencio, volvió a articular algo y se marchó corriendo al no encontrar respuesta. Lejos de la verja del rey pato.

Perplejo ante lo ocurrido, me quedé petrificado allí mismo, mirando hacia la dirección en la que había seguido el curioso conejo. Entonces, un bullicio proveniente del interior de los dominios del rey pato me hizo reaccionar. No me dio tiempo siquiera a girarme cuando toda una bandada de palomas vestidas con cascos del color del latón y armaduras plateadas ceñidas a sus plumas se abalanzaron sobre mí con tremenda energía, suficiente para derribarme y hacer que me golpeara la cabeza con una roca que había en el camino.

Todo comenzaba a oscurecerse a mi alrededor. Debió ser un golpe fuerte, pensé. Y mientras tanto, las agresivas palomas seguían armando alboroto. —¡Le tenemos, tenemos al espía!— gritaban al unísono. Finalmente, todo se apagó. Pero esta vez, no hubo un despertar en mi cama...

Continuará.

viernes, 14 de abril de 2017

El Rey Pato - El mundo entre los sueños (1/6)

Era viernes noche, y había bebido demasiado. Decidí, pues, irme por mi propia cuenta a casa. La noche había ido bien, sí. Pero un caballero debe saber cuándo retirarse si quiere salvar su honor.
Alcancé mi cama y la abrazé como se abrazan dos viejos amigos tras muchos años sin verse. Aún viajaban por mi torrente sanguíneo aquellos chupitos de vodka que tomé de más, así que probablemente no necesité demasiado tiempo para caer en un profundo sueño.

Y quíen iba a pensar que el caprichoso Morpheo decidiría aquella precisa noche, llevarme al viaje onírico que recordaría por el resto de mis días.

...

— Eh tú. Eh, te has dormido en mi jardín. ¡EH DESPIERTA! — dijo una aguda voz.

Abrí los ojos con dificultad, como si hubiera llevado una eternidad con ellos cerrados. Una suave brisa acariciaba mi pelo, hacíendome cosquillas en el cuello. La alfombra sobre la que yacía parecía césped, casi se sentía como tal, tan fresco, tan agradable al tacto... Resultaba de un color rojizo bastante llamativo, algo que me sorprendió bastante, sin duda, y terminó por hacerme entrar en razón. ¿Esto es césped rojo? Bien, estoy soñando.

 — ¿Vas a quedarte ahí tumbado todo el día o vas a explicarme qué te ha traído a mi jardín? — volvió a repetir esa misma voz. — ¿Quieres por lo menos mirarme cuando te hablo? — replicó.

Alcé la cabeza en busca de alguien y no vi a nadie. Escudriñé entre unos rosales con la mirada esperando ver a alguien escondido, y nada. Entonces fue cuando al voltear le ví. Un pato, era nada más y nada menos que un maldito pato. Un pato con una pequeña corona en la cabeza y una capa color carmín con bordados dorados sobre su lomo. Vale, esto es completamente ridículo. Me dije para mí. ¿Cómo he terminado soñando algo tan absurdo?

Quise tratar de pasarlo por alto, y empecé a pellizcarme para ver si salía del sueño. Pero eso solo consiguió poner de mal humor al aparentemente Rey Pato, que odiaba que sus preguntas no obtuvieran respuesta.

— Maldita sea,  ¿quiéres hacerme caso de una vez? Quiero que me digas quien te ha abierto la puerta a mis dominios. Hace más de una década que no recibo visitas. — dijo, mientras golpeaba  con una de sus patas el brazo sobre el que me apoyaba.

— Per... perdona. — dije con cierta inseguridad. — Creo que me he perdido en mi propio sueño. ¿Podrías ayudarme a despertar?

— Pues claro que te has perdido. Ya te he dicho que estás en mi jardín, sin mi permiso, sin invitación y sin ropa adecuada siquiera. Pero ¿un sueño? esto es tan real como mis plumas, hijo. No sé qué mosca te habrá picado, pero aléjate de mí. No vaya a ser contagioso.

Definitivamente, tuve que beber demasiado para terminar soñando con un pato parlanchín que además no hace más que ponerme de mal humor. Sin contestarle, me levanté, me sacudí, y me dispuse a ir a cualquier parte lejos de ese estúpido pato. Pero no di más de tres pasos cuando de repente el Rey Pato con su pequeña corona me embistió a la altura del gemelo.

— ¡No me has dicho cómo diantres has llegado a mis dominios! — dijo a gritos.

— Eres producto de mi imaginación, estoy soñando, ya te lo he dicho. Y si no me vas a ayudar a despertar, déjame en paz — le espeté con enfado.

— ¡Por mis plumas! Eso sí que es egocentrismo; apoderarse de la propiedad de estos dominios diciendo que no son más que un estúpido sueño. ¡Pues si vas a seguir siendo tan maleducado y no vas a contestar a mis preguntas lárgate y no vuelvas! — y con esas mismas, el Rey Pato se levantó en vuelo, agitó sus alas fuertemente y una ráfaga de viento me mandó volando hacia la verja del jardín.

El golpe me conmocionó lo suficiente como para que al despertar ya no estuviera en ese peculiar jardín, sino en mi habitación. No obstante, el dolor de cabeza era completamente real. Claro que este sería producto de la resaca. Nunca más volveré a mezclar alcoholes.

— Cariño, a levantarse que ya es tarde — dijo la voz cantarina de mi madre al otro lado de la puerta.

— ¡Sí, mamá!

Me revolví un poco entre las sábanas para desperezarme, pero un ligero picor me asaltó el costado. No era un picor normal, era como un ligero cosiquilleo proveniente de algún ticket en la ropa. Rápidamente me destapé para saber de dónde provenía la fuente del picor. Aparté las sábanas y entonces las vi.

Plumas.

martes, 21 de febrero de 2017

Frustración.

Aquí estoy de nuevo. Sentado frente al monitor viendo la hoja de word vacía...
Y mientras tanto, en el interior de esta inútil cabeza, solo hay un torrente de imagenes y sonidos sin sentido, sin patrón, sin forma. Sin color.

Hoy soy la hoja de word vacía. El reflejo de mis recuerdos que bailan entre mi pensamiento, como el borracho que baila solo en la calle un domingo a las 6 de la madrugada. Y es que a veces queremos decir un millón de cosas, y por la misma efusiva necesidad de expresarlas, estas forman un tapón en nuestras mentes, haciendonos parecer unos completos idiotas en algunas ocasiones, o simplemente se convierten en la causa de que hayamos perdido inútilmente el tiempo de toda una preciosa mañana.

Maldita sea, si llevo más de media escribiendo estas estúpidas líneas y sigo sintiendo que no he dicho nada.

...En fin...

La frustración es uno de los grandes enemigos del ser humano. Te impide avanzar, extrapolar tus pensamientos al mundo real, o al mismo papel. Te impide crear, descubrir, o simplemente mostrarte tal como eres en realidad. Lo veo en los ojos de a quienes quiero. Lo veo en los de aquel desconocido con quien crucé miradas en un ascensor, y en los ojos de los profesores que me enseñan. Pero sobretodo, lo veo la mayor parte del tiempo en los míos propios.

Y creo que es hora de dejar de torturarse. Todos y cada uno de nosotros, deberíamos tratar este demonio interior, siendo un poco menos duros, con nosotros mismos. No deberiamos acelerarnos para llegar los primeros al final del camino, si no ir paso por paso y disfrutar y aprender, todo lo que podamos del mismo. Porque sí, la vida es muy puta y todo lo que quieras. Pero en ella siguen existiendo cosas bellas, que no disfrutarás si sigues luchando contra tu propia mente.

Así que te encomiendo a ti, que me estás leyendo ahora mismo, que hoy o cualquier otro día, cuando salgas a la calle rumbo a donde sea que vayas, te desvíes un momento del camino, vayas a la playa por ejemplo, te quites los cascos y, simplemente, escuches el mar durante unos minutos.
Buenos días, y mucha suerte.