Fuera de la cabaña, subido en la copa de un árbol cercano y observando fijamente el horizonte se encontraba Kësler. En la cabeza del viejo Albhed se estaba librando una gran batalla. Al igual que su hermana pequeña, sabía que la llegada de una poderosa y terrible fuerza se acercaba. Kësler necesitaría gran ayuda para no sucumbir a lo que les espera a él y los demás; por eso, tendrá que decidir si buscar la ayuda de Jhon, Kate y Fred, y por consecuente dejar de ocultar a Jhon todo acerca de ellos y de la Resistencia Albhed, o seguir con su mentira, ya casi absurda, y dejarse vencer por el terrible enemigo cuando llegue el momento.
Ambas decisiones acarreaban grandes riesgos. Y además se encontraban ante el problema de los GRIM que acosaban a Nhix, Kësler y ahora a Jhon en busca de un buen pellizco por la cabeza de unos "mutantes". Kësler bajó del árbol y se dirigió a la cabaña. Desde la puerta de la pequeña habitación de Jhon, observó al chico y recordó aquella mirada de fuego, aquella seguridad y aquel potencial que había desarrollado el chaval en tan poco tiempo. Luego se pasó por la habitación de Nhix. Esta se encontraba mirando por la ventana desde la cual mas allá de las colinas, en el horizonte, la hermosa loba con su gran vista veía arder un pequeño pueblo, seguramente también de otro grupo de resistencia o simplemente unos obres desafortunados que se encontraron ante Zatox y su compañía. Nhix se giró y miró fijamente a su hermano. Tras una larga conversación ambos tomaron una decisión.
Zatox el renegado, el diabólico, el converso, Zatox el temido cazador; Zatox, su tío, había resurgido de las sombras y había empezado a arrasar los asentamientos que albergaban vida Albhed, cobrándose también vidas humanas. Estaba claro que el juego ha comenzado. No precisamente a su favor, pero aun peor era no jugar.
El futuro de los pocos supervivientes Albhed y el de los humanos estaba en manos de aquellos chicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario