La historia del rey pato

martes, 29 de enero de 2013

Ante las fauces del lobo (Saicere y Delirio) (8)

El viejo Albhed bajó del gran árbol situado a unos metros de la cabaña, y donde desde aquella noche, iba todas las mañanas a meditar. Caminó con aire fugitivo, sigilosamente por el bosque hacia una extraña roca cubierta por el musgo. En ella, dibujó un extraño símbolo, y un par de segundos después, el símbolo brilló . tenuemente. La roca empezó a desplazarse dejando ver una pequeña entrada a una cámara en la cual en el centro había un atril con un libro polvoriento y mapa extendido; a un lado, cantidad de vestimentas de distintos tamaños y tipos. Curiosamente todas de color verde oscuro con distintivos rojos y una insignia de la cara de un lobo;  y al otro lado de la pequeña cámara, en la pared, gran variedad de armas. Espadas, ganchos, cuchillos, lanzas, arcos... Pero hay algo que destacaba sobre todas las cosas en la instancia. Se trataba dos misteriosas y bellísimas espadas. Estas se encontraban cruzadas, solitarias en la pared del fondo. Imponentes. Se trataban de Saicere y Delirio. Las espadas del tío y del padre de Kësler y Nhix. Espadas con las cuales lucharon en su última batalla los dos poderosos Albhed y con las cuales se forjó la leyenda entre la raza. Saicere, también conocida como la guardiana del silencio; de blanquísima hoja, adornada con dos gemas verdes a ambos lados de la negra empuñadura, casi parecía que la propia espada te observaba paciente a su quizá, esperado visitante. Delirio, con una extraña hoja de color negro metálico y borde plateado, una empuñadura rojo sangre y como adorno, una única piedra amarilla al final del pomo. La conocían como la castigadora de la noche.
Ambas espadas marcaron el final de una guerra civil de dimensiones extraordinarias. Espadas que empezaron luchando juntas para terminar enfrentadas en el combate mas recordado por los viejos Albhed. Las espadas de Zatox y Xylon.

Mientras Kësler observaba pensativo aquellas dos obras de arte, Kate, que se había despertado y sigilosamente siguió al Albhed, entró también. Esto alertó tanto al Albhed que casi arremete contra la joven. Al ver que se trataba de la amiga de Jhon, Kësler se relajó, caminó hacia Kate y le contó la historia sobre la antigua guerra civil entre los Albhed, guerra que terminará repitiéndose muy pronto.

-Entonces esas espadas viejas de ahí al fondo pertenecieron a tu padre y a tu tío, ¿No es así? -preguntó Kate

-Sí, la negra era de mi tío Zatox, la blanca de mi padre Xylon. Cuando ambos desaparecieron tras su duelo, solo quedaron las dos espadas y este medallón que probablemente se le haya caído a mi padre durante el combate. Nada más. -Le contestó Kësler a Kate mientras acariciaba el medallón que acababa de sacar del bolsillo

-¿Y toda esta ropa tan medieval? tiene pinta de ser mucho más nueva que todo lo que hay aquí. -Volvió a preguntar Kate curiosa

-Verás, Jhon no se convirtió en uno de los nuestros por casualidad. Sabíamos que tarde o temprano acabaría pasando esto e intentábamos adelantarnos a la situación. Entonces estábamos buscando algún recluta apto. Por culpa de las prisas unos cazadores furtivos nos vieron rondar por el bosque y empezaron a buscarnos. Tuvimos que volver pero Nhix fue herida por un francotirador. Escapando, encontró a Jhon por casualidad. Algo le llamó en él para que se arriesgara a marcarle a pesar de las heridas. Luego todo se complicó hasta ahora. Que tenemos dos humanos más con nosotros y estamos a punto de entablar una gran guerra.

-A mí y a Fred nos convertiréis también, supongo -dijo Kate con cierta inseguridad

-No, el proceso es largo y peligroso. Tenemos menos tiempo del que esperábamos. Vosotros no sois detectados por otros Albhed al ser humanos así que nos serviréis de exploradores. Lo siento por meteros en una guerra que no es vuestra -dijo Kësler disculpándose

-No pasa nada, me imagino que no queda otra. Esperemos que esto se acabe rápido al menos... Entonces, ¿Esa ropa? -queriendo cambiar de tema

-Un diseño de combate hecho por Nhix. Representa a nuestra familia. Hicimos tantas para los reclutas también. Coge unos cuantos conjuntos y diles a todos que se los prueben. Ya está amaneciendo, es hora de levantarse y yo tengo que sellar esto de nuevo. Corre. -le dijo Kësler a Kate mientras le daba algunos ropajes y la acompañaba a la salida

-Vale, nos vemos luego, habrá que empezar a entrenar con el arco -se despidió Kate con una sonrisa

-Ahhh... son unos chicos guerreros. Siento como si la esperanza de nuestro pueblo estuviera en sus manos... Confiemos en ellos. -ya solo en la gruta otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario